Alberto Piquero, desde su LUCIÉRNAGA del COMERCIO domingo 30 de Marzo, hace un "sentido homenaje" a nuesto compañero y amigo Jesús Iglesias Secades, "el profe". Gracias a los dos, al primero por sus palabras hacia el amigo y por haber confiado la instrucción de lo más importante de su vida: "sus hijos" al "profe", a los "profes" de la escuela pública y al segundo por ser como es: amigo y compañero. ¡GRACIAS!
LA LUCIÉRNAGA
Gente (IV): Jesús
ALBERTO PIQUERO
Algunos de sus antiguos alumnos, todavía le llaman 'profe', al cruzárselo por la calle. Hay profesiones que se consagran en tinta indeleble. O quedan para siempre en el encerado de la memoria.
Algunos de sus antiguos alumnos, todavía le llaman 'profe', al cruzárselo por la calle. Hay profesiones que se consagran en tinta indeleble. O quedan para siempre en el encerado de la memoria.
Jesús Iglesias Secades, nacido en Oviedo en el año de gracia de 1942, forma parte del paisaje y paisanaje langreano desde hace varios lustros. Y a juzgar por sus gustos indumentarios, que todo hay que decirlo, el tiempo no ha pasado por él. El traje impecable y la corbata remiten a un Machado sin arrugas.
Pero esas preferencias clásicas no están reñidas con el espíritu de innovación pedagógico.Las salidas didácticas al campo que tanto nos emocionaron en 'La lengua de las mariposas' (Fernando Fernán Gómez), también fueron práctica usual que vivieron las generaciones que se sentaron en los pupitres del colegio José Bernardo, ante la tarima cercana de Jesús.
Y yendo un paso cualitativo más allá, el maestro formó un grupo de estudio que obtuvo el Premio Nacional de Investigación Científica Severo Ochoa, destinado a cursos de Primaria y Secundaria. Un trabajo experimental en el terreno de las ciencias, por el que se les galardonó, se les invitó a comer con el Premio Nobel nacido en Luarca y giraron visita al Museo de las Ciencias de Barcelona.
Distingue Jesús Iglesias entre la educación y la instrucción, reservando la primera para las familias. Él puso su dedicación y afán en la segunda.
Hijo a su vez y hermano menor de maestros, la vocación debe estar inscrita en su código genético. Jubilado desde 2003, tras dejar atrás treinta y seis años de enseñanzas, mantiene viva y despierta una curiosidad intelectual que no se ha apagado con el retiro de la escuela. Lo define la vitalidad, que se expande por igual a sus tertulias cotidianas, a la zarzuela, a una considerable sabiduría cinematográfica o a la evocación de lo aprendido en una existencia de números, emociones sosegadas y letras. De cuando en cuando, se arranca con la guitarra por corridos o rancheras. Y no se le puede negar la afición, aunque en este apartado predomine el corazón sobre el oído.
Recuerda que al llegar a Sama, por el traslado de su padre -venían de Lavio, Valdés (Salas)-, le llamó la atención el olor de la población, impregnado de carbonilla. Tenía 12 años. Hoy, ya digo, él mismo es uno de los sentidos y sentimientos del lugar.
